jueves

Historia.

Escalofríos. Fuera caen truenos. Fuera está lloviendo. Y las ultimas hojas que permanecían, como ganadoras de una incierta competición caen al suelo, dando vueltas por el intenso viento. El marco de la ventana gotea. Y mientras acontece todo esto, dibuja en el vaho. Quiere ver estrellas. Esa constelación imaginaria que forman tus lunares ... (siente el frío en las llemas de los dedos, y escucha el sonido chirriante del movimiento de estos sobre el vidrio). Le gusta esa sensación (como dibujar a rotulador, o el sonido de la maquina de convalidación, o como sentir al dormir el frío de las esquinas del colchón ). Limón, me apetece algo con limón, ... helado, bebida, zumo, caramelos... no lo se. Puesto el abrigó desapareció. Costó poco cambiar unos céntimos, por una bolsa de esos caramelos que simulan gajos, de papel transparente y color amarillento. Y dejando atrás un envoltorio en medio de un charco, caminó sin destino alguno por laberínticas calles de la ciudad (en la lejanía sonido de persianas descender). Escalofríos de nuevo, esta vez provocados por el punzante frío, y la ausencia de paraguas, algo que le sugiere la extraña idea de volverse inmiscible durante uno de esos sueños que tiene por la noche (últimamente demasiado reales). Exactamente hacía media noche que el crepúsculo había acontecido (sobre las cuatro de la tarde), y más o menos dos días que no dejaba de llover. Ya empapado por completo se atrincheró en uno de los arcos de la iglesia más cercana, y mientras salía humo por las chimeneas que desde allí se podían ver, y mientras pequeños ríos formados sobre el asfalto se desbordaban, cogió otro de los caramelos que permanecía en la bolsa de papel, (ya por aquel entonces roída a causa del roce en el bolsillo y la humedad). Sobre los charcos, pequeñas burbujas delatadas por la tenue luz de las escasas farolas existentes, se formaban y estallaban. Aquella ciudad era siniestra. Oscura. Desconocida todavía. Nunca olvidaría el instante en el que puso el primer pie allí, ya que desde entonces no había cambiado su opinión (acompañado por el ruido de altavoces que anunciaba la llegada y partida de trenes, y el sonido de los paneles informativos, en los que letras y números giraban sin demora, frente a la mirada atónita de unos pocos viajeros ansiosos por conocer el anden desde el cual partía el primer tren, directo y sin trasbordos, a Roma. Le encantaban esos carteles. Algo como el olor a café al despertar). Finalmente y amarrando su mente a la realidad, se levantó y se encaminó de nuevo a su apartamento. Era la hora de regresar (todavía soplaba el viento, todavía algunas hojas revoloteaban abandonadas). Tenía ganas de volver a dormir, volver a soñar, volver a viajar. Quedar con alguien en alguna otra realidad. Aterrizó en la cama y en el mismo instante en el cual toco con la cabeza la almohada, desapareció. Comenzó a ver pasar ante sus ojos gran cantidad de imágenes, que a la luz de su mirada no tenían ningún tipo de relación. Imágenes de momentos vividos, instantes recordados y guardados en algún cajón de su mente. Finalmente apareció en un lugar que le resultó conocido. De fondo "Hotel California" mezclado con gritos y voces de fondo. Se encontraba en un baño totalmente destartalado y alicatado de suciedad. Azulejos completamente reventados, que observaban con mirada de incredulidad mi repentina salida a escena. Abrió la puerta y abandonó aquel lugar. Llegó a una estancia que se antojaba un bar, completamente atestado de gente. Nadie observaba. Nadie se había parado a pensar que hacia allí alguien plantado en medio, vestido en pijama. Allí había alguien más como yo. Cruce de miradas. Y desde la parte mas profunda de mi interior (la zona mas recondida), un fuerte temblor, parecido a un escalofrio, un terremoto sin replicas, algo extraño. Dulce confusión.

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